lunes, 14 de noviembre de 2011

UNA MIRADA CRÍTICA HACIA NUESTRO SISTEMA EDUCATIVO

El sistema educativo se está orientando, más y más, hacia el desarrollo del área cognoscitiva, relegando o desconociendo, totalmente, el área de lo emocional, de la afectividad, de los sentimientos, de la autoestima, de los comportamientos…. es decir, el área de los valores.

El tipo de enseñanza que predomina, privilegia una educación instrumental y funcionalista, orientada esencialmente hacia el vencimiento de los exámenes, la obtención del título, y el ejercicio de una profesión.

“Estamos aquí para aprender”, me decía un alumno, hijo esclarecido del sistema. “Nuestro objetivo es el conocimiento, la ciencia, es el saber…..” Se excluye la racionalidad ética. No debemos extrañarnos que de la matriz de este sistema, nazca “el individuo privatizado”, encerrado en su pequeño mundo de inmensas ambiciones materiales y de profundos vacíos existenciales. Ha muerto la racionalidad ética.

Es una concepción parcial y reductiva de todo el proceso educativo, tan rico y tan complejo. Una formación orientada, obsesivamente, hacia el desarrollo del área cognoscitiva, marginando totalmente el área de los valores que constituye el corazón mismo de todo proceso educativo. Una educación queda atrapada en el área exclusiva de los saberes, no es educación, a lo sumo será “instrucción”.

Según el sistema, para ser “abanderado” de un colegio o para obtener honoríficos laureles en la universidad, n o es necesario ser mínimamente creativo, ni solidario, ni honesto, ni buen compañero; tampoco es exigencia del sistema el poseer capacidad de síntesis, espíritu crítico, iniciativa, personalidad autónoma asentada sobre profundo valores éticos y evangélicos.

Pueden finalizar con excelentes calificaciones alumnos/as egocéntricos, envidiosos, egoístas, sin personalidad, sin creatividad, sin capacidad de relación sin criterios propios. El sistema, ni forma en valores, ni los jerarquiza, ni los evalúa, ni los premia. Los ignora.

Los griegos, a la verdadera educación la llamaban “paideia” y la concebían como una formación para la autonomía personal, para la auto-estima, para el diálogo, para la creatividad, para la criticidad, para la identidad personal y social.

(tomado de “Formación en los Valores” de P. Gregorio Iriarte, OMI)

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