lunes, 14 de noviembre de 2011

EDUCAR PARA TRANSFORMAR


La verdadera educación nunca es, ni puede ser, neutra. O bien se constituye en un instrumento liberador, que nos lleva hacia la integración y la transformación personal y social o, por el contrario, desarrolla actitudes tendientes al conformismo y hacia la adaptación, respondiendo, básicamente, a las exigencias del modelo de sociedad consumista que nos toca vivir.

La educación, o modela consumidores que se adapten al sistema, o forma personas con las luces y fuerzas necesarias para iniciar un proceso de auténtica autorrealización.

El modelo económico-social vigente y el funcionalismo en boga, buscan, ante todo, la eficacia, la productividad, la competitividad…., tanto en el campo profesional, como en el área de producción.

Son muchos, lamentablemente los que piensan que todo el sistema educativo, tanto escolar como universitario, debe funcionar preparando al estudiantado para que encaje, lo mejor posible, en se gran mecanismo que es la sociedad moderna, de tal modo que respondan, como piezas bien adaptadas, al perfecto desarrollo del sistema. La educación, según esta mentalidad funcionalista, debe preparar a los futuros técnicos y profesionales para que responda, eficientemente, a las necesidades de la sociedad moderna. Según esa concepción, el sistema educativo debe limitarse a ser transmisor de múltiples conocimientos, competencias, destrezas y habilidades, necesarias para que las personas desempeñen eficientemente su trabajo. La educación debe garantizar para el estudiantado los futuros empleos altamente rentables. Los alumnos, tanto de colegios, como de universidades e institutos, deben adaptarse y prepararse para responder a todas esas necesidades y exigencias del modelo neo-liberal.

Pensamos que este es uno de los mayores errores del cual es víctima, en gran parte, todo nuestro sistema educativo, tanto fiscal como particular.

La educación tiene que hundir sus raíces en el pasado, analizar el presente y proyectar hacia el futuro, siempre desde y una perspectiva de cambio. La educación no tiene como finalidad principal o exclusiva la de formar mano de obra, ni profesionales o técnicos competentes, sino la de lograr la plena realización personal de todo formando. Todo el sistema educativo debe estar orientado hacia el desarrollo integral de la persona como sujeto individual y social, protagonista de su propia formación, tanto lo profesional, como en lo religiosos, lo moral, lo cultural, lo político, social, lo ambiental… y se expresa en las múltiples dimensiones de la persona: conocimientos, habilidades, afectividad, espiritualidad, autoestima, la sensibilidad social, el sentido de justicia, etc.

Las prácticas educativas deben desarrollar el pensamiento crítico, la formación personal para la responsabilidad social. No es cuestión de adaptar la educación al sistema. Al revés: es el sistema que debería adecuarse a los profundos valores que deben caracterizar a toda auténtica educación.

Es necesario construir una educación como factor estratégico de desarrollo humano, integral y sostenible con ejercicio pleno de los derechos humanos y de los valores de la democracia participativa en el marco de la ética.

(tomado de “Formación en los Valores” de P. Gregorio Iriarte, OMI)

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